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martes, 12 de noviembre de 2013

Mi Gordo Dalí.

Me pasó otra vez, no sé cómo explicarlo y en definitiva no sé si tenga explicación alguna. Me detengo a pensar, y mis recuerdos traen la imagen de aquella sexóloga que en la televisión decía: “Los enamoramientos no duran mucho”, y de verdad espero que sea así.

No puedo vivir tranquilamente con la idea de que mi corazón decidió fijarse en alguien que jamás podrá verme como algo más que su amigo. Su nombre es Jose, sin acento. Somos amigos hace menos de un año y siento, cuando estoy con él, que lo conozco de hace tiempo. Puedo confiar en su palabra, le confió mis aventuras y es un confidente con el que comparto el gusto literario, (el es tan Poe, yo soy tan García Marques). Siempre creí que mi atracción por él era nada más que un asunto de la sapiosexualidad, pero lo cierto es que mis sueños diarios y mis sesiones de filosofía (en la ventana del colectivo) son dedicadas a las irracionales escenas en las que le confío el cuidado de mis labios a los suyos, y aunque estos se lastimen, no importa; lo único importante es que se encuentren y la satisfacción sea instantánea, nada efímera además.

La noche de su cumpleaños fue asombrosa, decidí que me encantaba y que haría de todo por estar a su lado, y el resultado de eso dividió mis pensamientos y el corazón en dos. Esperé durante un rato para entregarle mi regalo, esperé que los asistentes a la reunión entraran en el calor de la típica conversación de universitarios y se olvidaran de él para raptarlo hasta la oscuridad, y decirle al odio aquello que solo me atrevo a decirme a mí mismo. Aunque ya antes le he dicho que me gusta, nunca he oficializado que mi cariño está a su disposición. Como era de esperarse no dije nada de eso a jose, pero lo importante es que mi regalo habló por mí… Mi regalo es una cartilla hecha por mí, cuatro hojas de color unidas con cinta de colores, hojas en las que con mis dibujos le cuento lo que es para mí y en las que con mi texto, le señalo (entre líneas) que desbordo de amor por él y que si me permitiese estar a su lado, sobrarían las razones para no dejar de sonreír. Para el mundo racional Salvador Dalí solo fue objeto de un cariño amistoso para García Lorca, lo cierto es que en el imaginario popular, García Lorca desbordó amor en sus obras para Dalí y viceversa, un amor que encerrado en el contexto era prohibido, lujurioso y aún más excitante por lo peligroso del mismo, un amor que amarrado por el arte dio al mundo inspiración, yo soy parte del mundo. Me gusta creer que soy García Lorca y el es mi Dalí y aunque Jose es el escritor y yo el dibujante, prefiero regalarle poesía y letras, porque aunque hablan menos que una imagen, calán en el; un crítico empedernido, mí critico.

La noche de su cumpleaños transcurrió con tranquilidad y como todos somos de barrios unidos decidimos caminar hasta nuestras casa, el camino se hizo largo y para mí era la prueba fehaciente que el destino quería vernos juntos y lo que más adelante sucedió fue el detonante de lo que hoy me motiva a escribir. Caminé al lado de una nueva amiga, una compañera de estudios de jose en sus tiempos de secundaría y que hoy compartía conmigo el amor por la fotografía y el arte, una de las razones que me unían a Jose. Mientras caminamos jose se acercó y notó que habíamos conectado muy bien, por lo que intervino para ambientar la conversación y a mi opinión, crear un vínculo aún más grande, lo único que escuché decir fue: “Te contaré la historia de Manuel, él es uno de mis mejores amigos y él me gusta mucho, Manuel escribe muy bien y compartimos el gusto por la literatura, el tiene un gusto exquisito y te repito que aunque tiene algunos problemas con los signos de puntuación admiro su manera de escribir. El me gusta mucho, pero no puedo verlo como algo más que un amigo aunque quiera, sé que algún día algo entre nosotros va a pasar”, alguien interrumpió la conversación y eso es lo último que recuerdo.

Ahora pues, ustedes entenderán el porqué de que mi corazón se encuentre dividido, y si no, les explico, por un lado la alegría me domina al saber que soy correspondido, que él también se siente atraído por mí, pero no dejo de pensar en que mi vida debe continuar y obviar esa conversación, porque aunque le gusto, no consigo que me vea como algo más que su amigo, su mejor amigo.

Autor: Vrael Fuentes

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